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Inconcientes
Ariita_Gaunt Miér Sep 24, 2008 5:02 am
AwA!!
Este lo escribí hace añares... hem, no tanto, pero... hace un par de años por lo menos.
Cortiwi...
Inconcientes.
A quién le importaba lo que pudiera suceder?, claramente, a nosotros no.
Sabíamos que estábamos siendo totalmente irresponsables, que era realmente estúpido, pero todos intentábamos olvidar la idiotez que estábamos llevando a cabo y a nuestras conciencias, que nos decían que debíamos detenernos.
Aún así, lo logramos, lo olvidamos, lo ignoramos, y el alcohol, la velocidad, la música y las risas y gritos de nosotros mismos lograron que hiciéramos oídos sordos a cualquier atisbo de responsabilidad que quisiera hacerse presente.
Corríamos a toda velocidad por las calles de la ciudad, ignorando cualquier luz roja, signo pare o paso peatonal que se nos cruzara por delante.
Esa noche queríamos ser idiotas, estúpidos e irresponsables, por eso sólo nos detuvimos a cargar combustible para los coches y a comprar más alcohol para nosotros, estábamos dispuestos a volvernos locos y acabar en cualquier sitio al que nos llevaran las ocurrencias de nuestros conductores, por eso reíamos, gritábamos y aplaudíamos las piruetas que hacía Ricardo mientras conducía, adelantando o haciendo carreras con Marcelo.
Terminamos saliendo de la ciudad y tomamos una de las rutas que llevaba a la playa.
Mientras avanzábamos por la carretera, los chicos continuaban con sus juegos al volante, Ricardo conducía sin las manos, aplaudía, bebía y cantaba mientras el coche aceleraba más y más, todos reíamos, cantábamos y gritábamos. Nuestra cordura se había quedado en la ciudad. Por eso, al llegar al cobro del peaje, los dos coches se detuvieron a unos metros de la caseta, bastó sólo una mirada y un asentimiento para que aceleraran, haciendo chirriar los neumáticos, pasaron la caseta, evadieron el pago e hicieron pedazos las barreras que impedían el paso.
Todos gritamos y reímos, celebrando la osadía de los chicos y así seguimos nuestro viaje, mientras por el retrovisor veíamos cómo se ponían en marcha los coches patrulla para detenernos, todos volvimos a reír, sabiendo que eso sólo nos alentaría a acelerar más y huir de la autoridad…
Así comenzó una carrera en la que nosotros intentábamos escapar, ellos cazarnos. Sabíamos que no lo conseguirían, estábamos dispuestos a cualquier cosa, lo que fuera.
Éramos un grupo bastante peculiar, una tropa de jóvenes desilusionados de la vida, desinteresados por todo, incluidos nosotros mismos, sin expectativas.
Mario, Carolina, Ricardo, Tomás, Paz, Matías, Paula, Marcelo, Rubén, Fernanda, Luis, Cristina, Magdalena y yo.
Catorce estúpidos, temerarios e infelices jóvenes entre los 19 y 23 años, dispuestos a acabar con sus existencias de una sola vez, a cambio de un poco de diversión, romper reglas y olvidarse del mundo.
Guardamos silencio cuando Tomás telefoneó a Magdalena, y a través de los altavoces acordamos la estupidez más grande que se nos hubo ocurrido.
Todos estuvimos de acuerdo, no nos importaba nada ni nadie, ni siquiera nuestras vidas.
Las sirenas y las luces de las patrullas nos seguían, y nosotros volvimos a reír, imaginando lo que luego ocurriría.
Notamos que un helicóptero se unía a la persecución y eso nos animó aun más.
Se nos acababa el camino. Ricardo y Marcelo se miraron nuevamente, acelerando otra vez y juntos chocaron los coches contra la barrera de contención.
Se escucharon gritos, no de miedo, sino de júbilo, de felicidad por sentirse libres.
Mientras caíamos las luces delanteras iluminaron el profundo barranco que nos recibiría.
Fue más rápido de lo que imaginábamos y pronto ya sentíamos los cristales hacerse añicos, las rocas, tierra y hojas de árboles entrar por las ventanas.
Todos habíamos callado, no sabía si alguno ya estaba inconsciente, muerto, había salido disparado por las ventanas… no sabía nada, sólo que un corte en mi cabeza hacía que la sangre me cubriera mi rostro, sabía que tenía un brazo roto y me dolía y un desagradable pitido me ensordecía.
De pronto vi un resplandor al explotar el coche que conducía Marcelo.
Sonreí.
Luego sentí el calor y el humo llegando a mi nariz, provenientes del fuego que comenzaba a consumir nuestro coche.
Cerré los ojos y me dejé llevar hacia una negrura que no estuvo exenta de sonidos… un grito de una chica me atravesó los oídos, y luego una explosión, calor… negro… silencio… nada.
Este lo escribí hace añares... hem, no tanto, pero... hace un par de años por lo menos.
Cortiwi...
Inconcientes.
A quién le importaba lo que pudiera suceder?, claramente, a nosotros no.
Sabíamos que estábamos siendo totalmente irresponsables, que era realmente estúpido, pero todos intentábamos olvidar la idiotez que estábamos llevando a cabo y a nuestras conciencias, que nos decían que debíamos detenernos.
Aún así, lo logramos, lo olvidamos, lo ignoramos, y el alcohol, la velocidad, la música y las risas y gritos de nosotros mismos lograron que hiciéramos oídos sordos a cualquier atisbo de responsabilidad que quisiera hacerse presente.
Corríamos a toda velocidad por las calles de la ciudad, ignorando cualquier luz roja, signo pare o paso peatonal que se nos cruzara por delante.
Esa noche queríamos ser idiotas, estúpidos e irresponsables, por eso sólo nos detuvimos a cargar combustible para los coches y a comprar más alcohol para nosotros, estábamos dispuestos a volvernos locos y acabar en cualquier sitio al que nos llevaran las ocurrencias de nuestros conductores, por eso reíamos, gritábamos y aplaudíamos las piruetas que hacía Ricardo mientras conducía, adelantando o haciendo carreras con Marcelo.
Terminamos saliendo de la ciudad y tomamos una de las rutas que llevaba a la playa.
Mientras avanzábamos por la carretera, los chicos continuaban con sus juegos al volante, Ricardo conducía sin las manos, aplaudía, bebía y cantaba mientras el coche aceleraba más y más, todos reíamos, cantábamos y gritábamos. Nuestra cordura se había quedado en la ciudad. Por eso, al llegar al cobro del peaje, los dos coches se detuvieron a unos metros de la caseta, bastó sólo una mirada y un asentimiento para que aceleraran, haciendo chirriar los neumáticos, pasaron la caseta, evadieron el pago e hicieron pedazos las barreras que impedían el paso.
Todos gritamos y reímos, celebrando la osadía de los chicos y así seguimos nuestro viaje, mientras por el retrovisor veíamos cómo se ponían en marcha los coches patrulla para detenernos, todos volvimos a reír, sabiendo que eso sólo nos alentaría a acelerar más y huir de la autoridad…
Así comenzó una carrera en la que nosotros intentábamos escapar, ellos cazarnos. Sabíamos que no lo conseguirían, estábamos dispuestos a cualquier cosa, lo que fuera.
Éramos un grupo bastante peculiar, una tropa de jóvenes desilusionados de la vida, desinteresados por todo, incluidos nosotros mismos, sin expectativas.
Mario, Carolina, Ricardo, Tomás, Paz, Matías, Paula, Marcelo, Rubén, Fernanda, Luis, Cristina, Magdalena y yo.
Catorce estúpidos, temerarios e infelices jóvenes entre los 19 y 23 años, dispuestos a acabar con sus existencias de una sola vez, a cambio de un poco de diversión, romper reglas y olvidarse del mundo.
Guardamos silencio cuando Tomás telefoneó a Magdalena, y a través de los altavoces acordamos la estupidez más grande que se nos hubo ocurrido.
Todos estuvimos de acuerdo, no nos importaba nada ni nadie, ni siquiera nuestras vidas.
Las sirenas y las luces de las patrullas nos seguían, y nosotros volvimos a reír, imaginando lo que luego ocurriría.
Notamos que un helicóptero se unía a la persecución y eso nos animó aun más.
Se nos acababa el camino. Ricardo y Marcelo se miraron nuevamente, acelerando otra vez y juntos chocaron los coches contra la barrera de contención.
Se escucharon gritos, no de miedo, sino de júbilo, de felicidad por sentirse libres.
Mientras caíamos las luces delanteras iluminaron el profundo barranco que nos recibiría.
Fue más rápido de lo que imaginábamos y pronto ya sentíamos los cristales hacerse añicos, las rocas, tierra y hojas de árboles entrar por las ventanas.
Todos habíamos callado, no sabía si alguno ya estaba inconsciente, muerto, había salido disparado por las ventanas… no sabía nada, sólo que un corte en mi cabeza hacía que la sangre me cubriera mi rostro, sabía que tenía un brazo roto y me dolía y un desagradable pitido me ensordecía.
De pronto vi un resplandor al explotar el coche que conducía Marcelo.
Sonreí.
Luego sentí el calor y el humo llegando a mi nariz, provenientes del fuego que comenzaba a consumir nuestro coche.
Cerré los ojos y me dejé llevar hacia una negrura que no estuvo exenta de sonidos… un grito de una chica me atravesó los oídos, y luego una explosión, calor… negro… silencio… nada.
Ariita_Gaunt- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 21/09/2008
Edad : 34
Localización : En la Mansión Malfoy, oh!, perdón, en La Pushcon Jake... -
Re: Inconcientes
Angelique Miér Sep 24, 2008 7:13 am
Caramba Cata!!!
PERO SI ESCRIBES COMO LOS MISMÍSIMOS ÁNGELES!!!
Está super mega bueno!!!
Pero debo decir... algo enfermo!!! DE MIEDO!!! Quiero decir: sonrió... SONRIÓ!! Se habían estrellado, todo estaba pasando y... SONRIÓ!!
Angelique- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 22/09/2008
Re: Inconcientes
Ariita_Gaunt Miér Sep 24, 2008 8:23 pm
Aw... ejem.. sip, bastante enfermo...
Y pensar que tenía 15 o 16 dulces años xD
Well, tiene su historia...
"Basado en un hecho real"
Salió después de una conversa con una amiga que me contó que el novio de su hermana se había matado en un accidente de coche o algo así... y ps, "veamosle el lado positivo", el tipo era un reventado así que suponemos que se lo bscó y murió en su ley...
Y... jijiji.. gracias
Y pensar que tenía 15 o 16 dulces años xD
Well, tiene su historia...
"Basado en un hecho real"
Salió después de una conversa con una amiga que me contó que el novio de su hermana se había matado en un accidente de coche o algo así... y ps, "veamosle el lado positivo", el tipo era un reventado así que suponemos que se lo bscó y murió en su ley...
Y... jijiji.. gracias
Ariita_Gaunt- Mensajes : 61
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Re: Inconcientes
Elena Cullen Sáb Sep 27, 2008 2:04 am
Wou.
no sé nu tengo palabras... O.O
está bien... es... ufff, >>no hay palabras!! xS<< pero a mi me a encantado...
Dios, pobre hermana de tu amiga no? que trauma..
Kisses!
no sé nu tengo palabras... O.O
está bien... es... ufff, >>no hay palabras!! xS<< pero a mi me a encantado... Dios, pobre hermana de tu amiga no? que trauma..
Kisses!
Elena Cullen- Admin
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